Subieron juntos al departamento. Cuando abrió la puerta, notó que las luces estaban completamente apagadas.
—Espera aquí —le dijo a su novio mientras apretaba el interruptor y todo se iluminaba—. Voy a… revisar algo. Ya vuelvo.
Se adentró al lugar buscando ansiosamente por todos los rincones. La cocina, la recámara, el baño… todo estaba vacío. Y las ventanas estaban bien aseguradas, como se había encargado de dejarlas antes de irse.
«No está. No vino», no supo por qué pensó que lo haría. Quizás porque era la primera vez que pretendía hacer cosas íntimas con un hombre que no era él.
—¿Pasa algo? —escuchó al fondo la voz de Francisco y entonces suspiró. Su comportamiento estaba siendo ridículo.
—No es nada. Bienvenido —apareció en la sala con una sonrisa que no fue del todo sincera—. Siéntate, estás en tu casa. ¿Quieres algo de tomar?
El hombre sonrió ampliamente, haciendo resaltar sus hoyuelos.
—Lo único que me apetece ahora es un beso —extendió la mano para que se la tomara. Ella hizo