Erick Petrov verdaderamente no regresó.

No ese mes ni el siguiente.

Desapareció así, sin más, como si se lo hubiera tragado la tierra.

Para este punto, solamente deseaba que estuviera vivo; el resto de cosas carecían de importancia.

¿Amor?

¿Noviazgo?

No, nada de eso.

La vida ya le había enseñado de mala manera que entre ellos dos no podría existir tal cosa.

Se suponía que debió saberlo al momento de su secuestro. Sin embargo, su corazón terco quiso intentarlo y se aferró a una posibilidad demasiado tonta.

Ahora, teniendo cinco meses sin saber de él, sabía que la respuesta del destino era evidente.

Lástima que hubiera tenido que llorar tantas noches para poder entenderlo. Lástima que ya no le quedaran ni siquiera lágrimas para llorar un poco más por un amor que ni siquiera había alcanzado a despegar.

En su presente, lo único que sabía era que no quería seguir sufriendo.

Acababa de recibir una buena noticia: sería tía por segunda o tercera vez, ya ni lo sabía con exactitud. Pero le aleg