Eva
Nunca pensé que escuchar la palabra "adelantado" pudiera causar tanto caos. La reunión del reto entre Ricardo y Damián era en poco más de cuarenta y ocho horas y Ciudad Ónix temblaba como si se avecinara un terremoto. En las residencias se escuchaban maldiciones en todos los tonos posibles, y en las oficinas de la empresa no se quedaban atrás. Podías oír desde gruñidos de frustración hasta el clásico "¡Maldito Ricardo está tras esto!", y eso solo en el primer piso.
Yo me encargaba de todo lo que podía. Durante el día revisaba los protocolos de seguridad junto a Alan, quien ya parecía más robot que lobo, y le daba dos vueltas enteras al perímetro de la ciudad. De noche patrullaba los callejones, inspeccionaba cada comercio, cada rincón sospechoso. Y por las madrugadas, cuando la mayoría dormía o colapsaba por el agotamiento, me reunía con Damián para revisar los informes. Él tampoco dormía. Ágata hacía lo que podía, lo revitalizaba con hechizos que, a estas alturas, parecían simples