Julieta
—¿Segura que te sientes bien? Has estado bastante callada y ni siquiera me has pedido tu computador. Si no te sientes bien, podemos volver —preguntaba Nora mientras me traía de vuelta a mi departamento.
Pero honestamente yo no sabía qué decirle. Era como si todo hubiera vuelto a la normalidad y, a la vez, todo estuviera más raro que nunca. Damián había desaparecido, no había vuelto a mi habitación, ni siquiera se había asomado. Si era posible, no siquiera era mencionado por el resto, como si no existiera, como si fuese una palabra prohibida. Y los escuchaba al resto cuchichear por las esquinas, aprovechándose de que yo no tenía sus dones de oídos asombrosos. Francamente, me sentía perdida.
No solo porque él había estado ahí, había estado cuidándome, había salvado mi vida. Sino que ahora yo quería verlo, realmente quería verlo. Quería saber de él, que estuviera cerca. No pude agradecerle por salvar mi vida, ni tampoco por las evidentes comodidades que me dieron en el hospital,