Nora
—¡El alfa viene! ¡El alfa y la Luna vienen! —gritaba Leticia en la puerta de la oficina, y salí corriendo.
—¿Por dónde?
—Están a medio camino —respondió, cuando sentimos otro temblor. Se estaban haciendo más frecuentes. Era como si la hechicera alzara su mano e intentara tomar el ónix, deseando que viniera por su propia voluntad. Lo llamaba, lo invocaba y temía que pronto llegara a sus manos.
—Giacomo y los vampiros siguen buscando en las afueras. Tarde o temprano llegaremos a dar con ella. Se esconde, pero no será por siempre. Los túneles están sellados, la ciudad está bajo alerta, en toque de queda. Dijimos que es una fuga de gas. Los que han podido se han ido a las montañas. La mayoría de los lobos decidió quedarse. Lobos y vampiros saben la verdad —decía ella mientras corríamos a uno de los miradores.
—Vienen varios. Están todos bien, el resto se quedó —apareció Ágata a mi lado.
—Tenemos que garantizar un paso seguro. Diosa… son varios camiones, hay guerreros, armas… —suspiré