Julieta
Sombras de la Noche estaba preparada. El lugar estaba muy lejos de ser aquel en el que había crecido cuando mi madre aún vivía y este era nuestro hogar. Las calles estaban vacías y la gente parecía prisionera en sus propias casas. Me preguntaba por qué no se habían levantado contra alfa Horacio tras la muerte de Rogelio. Ellos nos habían visto partir a las familias humanas y muy pocos dijeron algo. Muy pocos advirtieron que esto podía ser el comienzo de algo terrible. Y aquí estaban las consecuencias.
Suele suceder, pensé con tristeza, que hay personas con maldad en sus corazones y otras que, siendo buenas, no hacen lo correcto.
—¿Quién es ella, alfa? —preguntó un hombre en la casa de la manada, debían ser los más fieles a Ricardo.
—La mate de Damián.
—¿Una humana? —preguntaron los hombres, sorprendidos.
Una mujer se acercó. Me observaba como si no pudiera creerlo. La recordaba: era una niña consentida, la más linda de todo el lugar, siempre llena de privilegios desde pequeña