Capítulo 40:

Edmond, agotado de sus muchos negocios, recelos y responsabilidades, había llegado hasta esa cafetería que tenía un tiempo sin visitar, pero cuyo piano era majestuoso y le permitían el tocarlo tanto como a él placiera hacerlo, el hombre de cabellos castaños, estaba de nuevo moviendo sus dedos de manera majestuosa y profesional como solo el sabia, sin saber que Juliette, caminando bajo una especie de hechizo dirigió sus pasos hasta la sala de música donde el se encontraba en privado, perdido en medio de aquella melodía que le regalaba gratos recuerdos de tiempos más felices.

Edmond tocaba con tanta sensibilidad y casi dolor tangible ante la mirada de algunos curiosos que se asomaban con precaución, lucia tan hermoso siendo besado por los rayos plateados de la luna que se colaba por el enorme ventanal, a los ojos de todo aquel que lo veía a las medias luces del salón de música, entre ellos, Juliette, quien se había quedado hechizada mirándole sin perder detalle y sorprendida de mirarle
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