En Le Rosey, Fernand contemplaba estupefacto aquello.
Sus labios, tan tersos y suaves como los pétalos de una rosa lo llevaban de nuevo a su paraíso personal, los sedosos cabellos de noche que acariciaba entre sus dedos eran aquel hermoso homenaje a Amaterasu que tanto adoraba, Alfred deseaba que aquellos momentos duraran para siempre, la delicada figura de su amada Ekaterina entre sus brazos era todo cuanto el consideraba necesitar para vivir, nada importaba ni tenía sentido si no estaba ella a su lado, mirando los angustiados ojos de tormenta de su amada acaricio su mejilla para brindarle consuelo.
— No podemos seguir así…quiero irme contigo ya…tengo miedo de que todo esto que está ocurriendo haga que Fernand me lleve lejos, se que sospecha de mí, y yo…tan solo deseo ser libre de el — dijo Ekaterina con angustia.
Alfred miro con seriedad a su amada, era verdad, la situación se estaba tornando delicada y peligrosa, tanto que aquello mencionado por su hermosa diosa podría volverse una