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¿Dónde te fuiste diosa de ébano?

—Bruno—

Después de varios días en que la incomodidad en mi casa se sentía en el ambiente, Dylan volvió a ser el mismo y ya no preguntó más con quién me había acostado esa noche. No entendía su proceder, pues era cierto, teníamos una buena relación, pero también era verdad que ambos teníamos libertad de tener nuestra canita al aire y era cierto que yo no lo había necesitado, me sentía completo con él y aunque no niego que lo que pasó con Hanna fue fenomenal, solo fue la sensación del momento, o eso creo, a lo mejor era algo que necesitaba superar para seguir adelante, pues yo amaba a Dylan...

Era lógico que nunca le diría a Dylan lo que pasó, un caballero no tiene memoria y al parecer para Hanna no hubo ningún problema porque no quiso hablar del tema conmigo.

Hanna había estado más silenciosa que de costumbre y también noté que estaba más delgada y ojerosa, eso quería decir que aún seguía con su problema con la especialidad y al ser tan hermética no nos daba la oportunidad de ayudarla.

Una mañana, mientras estábamos desayunando, Hanna salió con una maleta de su habitación.

—¿Ya te vas?— preguntó Dylan como si nada, o sea, estaba claro, Hanna era cerrada conmigo solamente y no con él, lo que me molestó y fruncí el seño. Ella me miró y esbozó una sonrisa que no le llegaba a los ojos, dejó la maleta a un lado y se acercó a la mesa para tomar una fruta y luego hablar.

—Si, cariño. Mi vuelo sale a las diez, así que ya estoy lista.

—Si quieres te llevamos al aeropuerto.

—Oh, no, no, no se preocupen, sé que tienen turno y no los quiero retrasar. Además, ya pedí un Uber.

—¿Por cuánto tiempo te vas?— pregunté y hasta yo mismo noté que mi voz tenía un tono de molestia.

—Serán unas semanas, mientras arreglo el problema de la universidad, pero tranquilos volveré para los finales.— me responde no muy convencida y mis alarmas se disparan ¿Será que lo que pasó entre nosotros le molestaba y no quiere vivir más con nosotros?

—No te olvides de pedirle a mi mamá las cosas que te dije.

—Si cielito, ya lo tengo todo anotado.

El trato cómplice de esos dos siempre me había molestado, pero hoy sentía que era más por ella que por Dylan, loco ¿no? Pero quién era yo para molestarme, ellos se conocían desde pequeños, incluso sus familias eran amigos, en cambio yo era como el tercero en discordia.

—Pues que te vaya bien, cuídate principessa.—dije molesto, al fin y al cabo ella no me incluyó nunca en su cofradía, pero no dejaría que me afectara o eso pensaba.

—Gracias Bruno…—sonó su teléfono y me imagino que era el Uber que había llegado— Bueno, chicos me despido.

—Déjame ayudarte con la maleta.

—Gracias Dylan… Bruno…

No sé porqué esto me sonaba a un adiós, algo en su cara lo delataba. Me levanté del taburete y mientras Dylan tomaba la maleta me acerqué a ella y la abracé.

—No te desaparezcas, por favor— le dije al oído y luego besé su mejilla. Quería decirle más cosas, pero no me atrevía. No sé por qué, pero me dolía que se fuera y yo saberlo recién.

—Nunca olvides lo mucho que te quiero mi italiano amore...

—Vuelve pronto, tu habitación siempre te estará esperando.— la abracé más fuerte, mi pecho dolía y m****a no quería soltarla, pero ella se removió incómoda y se soltó de mi agarre.

—Cuídate, Bruno…

—Ven acá y abrázame, preciosa— le dijo Dylan cortando nuestra despedida.

—No te pongas celoso, también te voy a extrañar.—le dice a Dylan y ambos sonrien, ese gesto nuevamente me molestó, asi que me di la media vuelta para volver a tomar mi desayuno, pero me detuve a medio camino mirando la complicidad de ambos y sintiéndome como la m****a.

—Te quiero, pequeña.

—Y yo a ti, pero basta que me harán llorar y solo me voy por unos días.

Tomó su bolso y su chaqueta, Dylan la acompañó a la salida y yo me quedé en medio de la sala con un hueco enorme en mi interior.

Ese sería el último día en que vería a Hanna y pasarían muchos años para reencontrarme con ella…

El tiempo pasó volando y Hanna, como predije, no regresó, nosotros con Dylan seguimos como si nada, aunque este último tiempo sentía que las cosas eran como rutinarias, no puedo negar que el sexo seguía siendo excitante y disfrutaba de esos pocos momentos, que nos dejaba el trabajo y el estudio, a plenitud.

En el hospital las cosas eran complicadas, teniendo a la arpía de Collins detrás de nosotros como si fuéramos unos anormales, pero la sobrellevaba, le daba de su propia medicina y se calmaba.

Otro que anda como perro rabioso es el jefe, o sea el bombón de Ethan, que le hace la vida de cuadritos a Val hasta porque respira. No entiendo mucho lo que sucede entre ellos, pero la tensión sexual que emiten es de aquellas que uff, hasta el más ciego la nota.

Hoy fue un día de esos en que me daban ganas de agarrar de las mechas a Ethan o mejor estrangulalo,si eso sería mejor. Les cuento, mi bella principessa le había pedido salir antes de terminar el turno y él con lo cojonudo que era la empezó a picar, pero mi súper Val lo derrotó en su lid, había hecho todo temprano y doy fe de eso, pues yo mismo la acompañé en la ronda matutina. Para cuándo el berrinche del señor perfecto terminó, con Dylan nos dirigimos al ala infantil de cardiología, era uno de los lugares que más me gustaba recorrer. Trabajar con pequeñines era maravilloso y además conocer a sus familiares me hacía sentir pleno. Sentía que ese era mi lugar y cada vez que podía acompañaba a Val en sus rondas, yo sabía su pequeño secreto y hasta participaba con Claudia, la enfermera en jefe, cuando el tiempo me alcanzaba. Lo que no me esperaba era que el día de hoy el secreto fuera develado al bombón gruñón de Ethan, es que ver la cara de ese idiota no tuvo precio y por primera vez lo reprendí, para que no pensara estupideces de la preciosa doctora vestida de payasita.

Una vez que terminamos nuestra ronda me fui a descansar a la sala común que teníamos, esta noche sería larga y aprovecharía de dormir unas horas antes de volver a revisar a mis pacientes y a los de Val, se lo había prometido y lo cumpliría.

Me acosté en la cama de abajo del camarote y me tapé con la manta de lana que había dejado Hanna en casa, díganme estúpido, pero sentía que con eso me estaba cobijando y que no la olvidaría.

Su partida me había provocado cierta desazón, pensé que era por mi culpa, pero Dylan me dijo que habló con ella y me dijo que estaba bien y que había decidido quedarse en Boston a hacer su internado. Estaba feliz por ella, pues a lo mejor lo que le faltaba era estar cerca de los suyos y que haya decidido seguir estudiando y terminar la carrera me tranquilizó, pero… la extrañaba.

Cerré mis ojos y me pregunté que estaría haciendo en este momento y si ella se acordaría de mí. Sentí mi cuerpo pesado y me dejé vencer por el sueño…

—¿Qué haces aquí?

—Hanna es bueno verte...

—Te estoy haciendo una pregunta.

—¿Por qué me tratas así? Somos amigos y quería verte…

—Bruno, no debes estar aquí, Dylan se puede molestar.

—Tranquila, él jamás se enterará.

Me acerqué a ella y la abracé, la extrañaba y venir a Boston fue la mejor idea que se me pudo ocurrir, se ve tan hermosa en su bata blanca que no resistí besarla con fervor, sus labios se sellaron en una fina línea y frunció el seño, estaba molesta de verme.

—Bruno, yo no puedo. Dylan y tú son mis amigos y los quiero mucho, esto que está pasando no puede ser.

—Pero Dylan y yo…

—Se aman y yo no seré la causante de sus problemas, por favor vete y no vuelvas más.

Se dio la media vuelta y salió de la sala de emergencias donde estábamos, comencé a correr tras ella y las paredes del pasillo se empezaron a cerrar, corría más rápido y ella parecía deslizarse como si flotara, no podía acercarme a ella y cuando estuve cerca de volverla a tocar su cuerpo se esfumó entre mis manos…

—¡Hanna!

—Bruno, Brunito… despierta, maldita sea Bruno abre los ojos.

—¿Val?

—¿A quién más esperabas? ¿A la tal Hanna?

—¿Dónde estoy?

—¿Qué te fumaste Bruno? Estás en la sala de descanso.

—Pero estaba en Boston…

—Cariño te dormiste, ya son las ocho de la mañana y si no te apuras la loca de Collins nos va a reprender.

—No puede ser, era tan real…

—¿De qué hablas?

—De nada, principessa, de nada…

Todo lo que había pasado había sido un maldito sueño y no entendía por qué me molestaba tanto.

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