La habitación estaba en penumbra, las sombras danzaban en las paredes como si estuvieran vivas. Mi corazón se aceleró antes de entender como.
El aire era denso, cargado con algo que no podía identificar, algo que me erizaba la piel. Di un paso al frente, y entonces sucedió. Una mano, firme e inflexible, se enredó en mi cabello, tirándome hacia atrás con una fuerza que me dejó sin aliento. "¿Quién te dejó entrar?" La voz de Theron era baja, un gruñido que me recorrió los huesos. Su agarre se apretó, acercándome más hasta que su calor me presionó. Su pecho subía y bajaba con respiraciones pesadas, sus fosas nasales se dilataron al apoyarse en mi cuello. Su nariz rozó mi piel y me quedé paralizada. Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente pudiera reaccionar. Un escalofrío me recorrió la espalda, pero no era miedo; era algo más oscuro, algo primitivo. Su aliento caliente contra mi cuello, podía sentir la tensión en su cuerpo, como un depredador listo para atacar. "¿Por qué hueles así?", murmuró, más para sí mismo que para mí. Su voz era áspera, irregular, como si luchara contra algo. Su mano se apretó contra mi cadera, acercándome aún más. Podía sentir el calor que irradiaba, la forma en que su cuerpo parecía vibrar con energía apenas contenida. Intenté hablar, pero su aroma me abrumaba. Huele a bosque después de una tormenta, salvaje e indómito. Mis pensamientos estaban dispersos, mi cuerpo me traicionaba al inclinarme hacia su tacto. Sus labios rozaron mi cuello y dejó escapar un gemido. "Para...", susurré, pero mi voz era débil, temblorosa. Gruñó, un sonido que me envió una punzada de calor directo a la médula. Su otra mano se movió desde mi cabello hasta mi cintura, agarrándome con una posesividad que me hizo temblar las rodillas. Su otra mano recorrió mi espalda, provocándome escalofríos. Intenté apartarme, pero su agarre solo se afianzó. Y entonces, sus labios se posaron en los míos. No fue suave, fue exigente, insaciable. Su lengua reclamó mi boca con una ferocidad que me dejó sin aliento. Me aferré a él, apretando los puños en su camisa mientras él me apretaba contra la pared. Su cuerpo me atrapó, su calor abrasándome, marcándome como suya. Sus manos me rodearon con fuerza contenida, y en su abrazo sentí una calidez que quemaba desde dentro. Sus dedos se aferraban a mí como si temiera perderme, su frente rozó la mía, compartiendo un suspiro que parecía llevar siglos contenido. Sus ojos, tan oscuros como la noche sin luna, se clavaron en los míos, revelando una tormenta que me estremeció hasta los huesos. "Theron...", susurré, apenas consciente de mi propia voz. Algo en su mirada me arrastraba, me atravesaba con una intensidad que escapaba a toda lógica. El aire entre nosotros temblaba, cargado de una energía invisible, y sin necesidad de palabras, supe que algo profundo e irreversible estaba ocurriendo. Ya hubo gestos apresurados, solo la presión de su presencia y el estremecimiento de mi alma al reconocer la suya. Me sentí desfallecer, como si su cercanía desarmara mis defensas una a una. La tensión creció, no en el cuerpo, sino en el espíritu, en el latido compartido que parecía provenir de algo más grande que nosotros. De pronto, como si hubiera nacido en mis entrañas, sentí una voz que no era humana. Algo profundo dentro de mí y en él, como si los lobos que llevábamos dentro se reconocieran. Fue un susurro, un impulso, un llamado primal. "¡Compañero!" El aire entre nosotros se cargó de electricidad, como si los dos fuéramos imanes que de repente se atraían con una fuerza incontrolable. Mis ojos se abrieron de par en par, pero no pude procesar lo que significaba. Mi cuerpo estaba en shock. Fue demasiado. Demasiado para mi mente, para mi cuerpo. La conexión era imparable, como si los hilos invisibles que nos unían se tensaran con cada respiración, con cada roce. Un deseo palpable, feroz, que me envolvía por completo. Mis sentidos se nublaron, y lo único que pude sentir fue la presión en mi pecho, el ardor que se encendía desde lo más profundo de mi ser. Antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, algo dentro de mí, un instinto primitivo que ni siquiera sabía que tenía, despertó con fuerza. Quería huir, escapar, protegerme de algo que no entendía pero que, al mismo tiempo, me atraía con una intensidad abrumadora. Mi corazón latía desbocado mientras mi cuerpo respondía por sí mismo, moviéndose sin pensarlo, buscando salir de allí, de esa atmósfera cargada de tensión. Me lancé hacia la puerta con todo lo que pude reunir de mí misma, mis manos temblorosas buscando el pomo, la salida, un respiro. El aire era espeso, como si la propia habitación se estuviera cerrando sobre mí. Pero en mi carrera desesperada, el pánico se apoderó de mis pasos. No vi los escalones, no los escuché. Solo me impulsaba el deseo de huir, de salir de ese lugar antes de perder completamente el control. El siguiente momento fue un torbellino: un tropiezo, mis pies deslizándose sin que pudiera detenerlos. La caída fue rápida, pero bastante lenta para mi, tan lenta, como si el tiempo hubiera decidido ralentizarse solo para darme la oportunidad de procesar lo que estaba a punto de suceder. Mis pies se despegaron del suelo, el aire me envolvía, pero no podía controlar la caída. El sonido sordo de mi cuerpo golpeando el suelo fue lo último que escuché antes de perder la conciencia. La oscuridad me envolvió como un manto pesado, y por un momento, no sabía si estaba soñando o si había muerto. Todo estaba en silencio, más allá de los ecos de mi mente aturdida. Pero algo cambió. Poco a poco, una luz tenue empezó a penetrar la negrura. Primero una sombra, luego dos. Mis ojos intentaron enfocarse, pero la sensación de mareo me mantenía atrapada en un limbo entre la realidad y el sueño. Y entonces, las caras conocidas aparecieron. Kael estaba a un lado, sus ojos fijos en mí. Su expresión era seria, como siempre, pero había algo en él que no podía identificar. Era una mezcla de curiosidad, como si tratara de desentrañar algún misterio oculto en mi rostro. Su mandíbula estaba tensa, y pude ver cómo sus labios se apretaban, como si estuviera luchando con algo interno. A su lado, Theron parecía visiblemente preocupado. La preocupación marcaba cada línea de su rostro, como si mi caída lo hubiera golpeado de alguna manera, algo más allá de lo físico. Podía ver la sombra de angustia en sus ojos, un aire de frustración como si quisiera hacer algo más, pero no supiera qué. Traté de moverme, pero mi cuerpo se resistió. Cada músculo me dolía, y el mareo era tan fuerte que ni siquiera podía distinguir si estaba de pie o si seguía en el suelo. Mi mente flotaba, atrapada entre la confusión y la necesidad de entender lo que acababa de pasar. La última cosa que recordaba con claridad era la presión, el aire pesado, la sensación de ser incapaz de escapar de él. "¿Estás bien?" La voz de Kael rompió el silencio. Me esforcé por concentrarme, tratando de encontrar alguna forma de responder, pero mi boca parecía no querer obedecer. Me sentí frágil, expuesta, como si mi debilidad ahora estuviera escrita en mi rostro. A lo lejos, casi como un susurro, escuché la voz de Kael, pero el sonido de mi respiración pesada me ahogaba. ¿Cómo me sentía? ¿Por qué me sentía así? "Déjala. No está lista para hablar" dijo Theron, su tono grave, casi protector. Con un esfuerzo, logré centrarme en su rostro. Theron parecía estar evaluando algo más allá de lo que estaba pasando. Algo más allá de la caída. Kael no dijo nada, pero pude ver cómo su mirada se deslizaba entre los dos, como si no pudiera comprender por completo la situación. La incomodidad era palpable entre los tres. El aire estaba cargado, pesado. Sentí una presión que no podía descifrar, una tensión que flotaba, como si el ambiente hubiera cambiado de alguna forma. El dolor físico que experimentaba parecía secundario, comparado con la sensación de incomodidad emocional. Lo último que quería en ese momento era que ellos vieran cómo me sentía tan vulnerable, tan perdida en medio de todo esto. El silencio se alargó, hasta que Kael finalmente rompió la quietud. "¿Estás segura de que estás bien?" volvió a preguntar, pero esta vez su voz llevaba un tinte de inquietud, de algo más profundo que solo una simple curiosidad. Pero fue Theron quien, al acercarse a mí, me dio la seguridad que necesitaba. Sus ojos, aún marcados por la preocupación, se suavizaron un poco. "Tómate tu tiempo" murmuró, casi con una reverencia hacia mi estado, como si me permitiera procesarlo a mi propio ritmo. La visión de sus rostros, tan distintos pero tan conectados por la situación, me hizo darme cuenta de lo complicado que era todo. Me sentí atrapada, entre la confusión de la caída y la sensación de que algo estaba a punto de desatarse, algo que no entendía, pero que tampoco podía ignorar.