Esa mañana desperté más exhausta de lo normal, con una pesadez que se aferraba a mi cuerpo como si no quisiera dejarme ir. Fue entonces cuando escuché una voz emergiendo desde lo más profundo de mi ser.
"Agatha... algo en esta casa no está bien. No me siento bien." Era Nyx, mi loba. Su presencia era tan inusual que, por un momento, dudé si realmente la había escuchado o si solo era el eco de mi propia inquietud. Casi nunca hablaba, casi nunca se hacía notar. Su silencio constante me había convertido en un blanco fácil en la escuela. Sin la fuerza de mi loba, muchos me veían como una simple Omega, alguien a quien podían pisotear sin consecuencias. Pero no lo era. Yo no era débil. Me defendía como podía, con palabras afiladas y una voluntad inquebrantable. Sin embargo, en este mundo, la voluntad no era suficiente. La fuerza lo era todo. Y sin Nyx para respaldarme, físicamente, no tenía ninguna. Apreté los labios, sintiendo el eco del silencio en mi interior. Nyx rara vez hablaba, rara vez se hacía presente, y cuando lo hacía, su voz siempre sonaba débil, como si luchara contra algo invisible. Mi padre decía que era por mi naturaleza híbrida. Nunca explicaba más. Jamás mencionaba qué tipo de híbrida era, solo que era algo vergonzoso que me metería en muchos problemas, un secreto que debía ocultar a toda costa. "Sé cuidadosa, finge que tu loba está presente", me decía con severidad. "No dejes que nadie sospeche lo que realmente eres." Pero... ¿cómo fingir algo que ni yo misma comprendía del todo? Decidí ducharme, al menos esta vez podría hacerlo con tranquilidad porque no estaba mi madrastra ni mi padre para exigirnos que bajáramos a tiempo. Pero, por supuesto, la tranquilidad fue efímera. Apenas estaba por meterme a la ducha cuando escuché un toque suave en la puerta, seguido de una voz que me heló el cuerpo. "¿Señorita Agatha?" Era una de las sirvientes, aunque el término no era justo para ellas, ya que la mayoría eran mujeres que trabajaban en la casa con la esperanza de hacer carrera en algo mejor, pero la verdad, el trato hacia ellas siempre era distante y frío. Tal vez por eso no sabía si llamarlas sirvientas o empleadas. "¿Sí? " contesté, suspirando de frustración. "El desayuno ya está listo, los jóvenes le esperan en la mesa." Hizo una pausa, y su voz sonó algo apurada. "Si puede, por favor baje enseguida." En mi mente surgió la imagen de mis hermanastros, sentados como siempre, con sus modales perfectos y sonrisas ensayadas. No me sorprendía que estuvieran esperándome, pero me revolvió el estómago la idea de tener que verlos de nuevo. Sin embargo, no podía hacer nada para evitarlo. No hoy. "Gracias " respondí, sin muchas ganas. Cuando la sirvienta se fue, me apresuré a meterme a la ducha. Al menos un momento de paz. El agua caliente me envolvió, y por unos minutos, pude cerrar los ojos y olvidar todo lo demás. Al salir, me vestí rápidamente con lo primero que encontré: una camiseta ajustada de algodón negro con un diseño minimalista en el pecho, unos shorts cortos de mezclilla que dejaban al descubierto mis piernas, y unos tenis blancos con detalles en rojo, cómodos pero algo llamativos. La ropa era ligera, perfecta para el calor que se filtraba a través de las ventanas. Quizás algo sexy, pero lo suficiente como para no llamar demasiado la atención. Me peiné con una coleta alta y desordenada, dejando algunos mechones sueltos alrededor de mi rostro para dar un toque relajado, pero que al mismo tiempo, daba la impresión de haberlo hecho de forma intencionada. ¿Quién necesitaba perfección cuando se trataba de escapar rápido de esa casa? Bajé rápidamente las escaleras, mis pasos resonando en el pasillo, mientras mi mente aún daba vueltas a las palabras de Nyx. Algo no estaba bien, y esa sensación me incomodaba profundamente. No era común que ella hablara, y mucho menos que lo hiciera con tanto desespero. No entendía bien qué estaba pasando, pero tenía la sensación de que todo en esa casa se estaba desmoronando. Al llegar al comedor, me encontré con mis seis hermanastros sentados a la mesa, comiendo en silencio. No había ningún rastro de la irritante presencia de mi madrastra, ya que ella y mi padre se habían ido de luna de miel, dejando a los seis a cargo de la casa. El ambiente, aunque menos tenso, seguía siendo incómodo. Mis hermanastros no eran exactamente los mejores anditriones, pero al menos esa mañana parecía que nadie tenía la intención de crear problemas. "¿Vas a quedarte de pie todo el día?" dijo mi "hermanastro mayor" (era incómodo decirle así), Kael, levantando la vista de su plato con una ceja arqueada. No era exactamente una invitación, pero tampoco un reproche directo. Era solo su manera de mostrar que no le importaba mucho si me unía a ellos o no. "No" respondí rápidamente, tomando asiento en la silla vacía que quedaba en la mesa. Busqué alguna excusa para no quedarme en pie, aunque la verdad, no tenía muchas ganas de estar allí con ellos. La comida, aunque parecía normal, solo me servía para aumentar la incomodidad en el aire. Mis hermanastros siguieron comiendo en silencio, sin intercambiar muchas palabras entre ellos. El ambiente estaba marcado por esa falta de conexión, esa barrera invisible que siempre existía cuando estábamos juntos. A veces me preguntaba si era por mi naturaleza híbrida o si era simplemente el hecho de que no encajaba bien con ellos. Me serví un poco de café, no por hambre, sino más bien por necesidad de despejar mi mente. La sensación de malestar que había sentido al despertar seguía presente, como una sombra, y no podía dejar de preguntarme si había algo más detrás de esa extraña advertencia de Nyx. Algo me decía que pronto tendríamos que enfrentarnos a algo mucho mayor que nuestras diferencias familiares. El desayuno pasó lento. Había algo en el aire que hacía que las palabras flotaran en la sala, pero nadie las decía. Los hermanos comían con indiferencia, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Ni siquiera había intentos de conversación, solo el sonido de los cubiertos y los murmullos de las tazas siendo levantadas. Fue Rowan quien rompió el silencio, levantando la mirada de su plato de cereal y mirando a todos con una expresión indiferente. "Voy a salir un rato" anunció sin mucha ceremonia, como si fuera lo más normal del mundo. Lo que no era una sorpresa, ya que siempre parecía estar de un lado a otro sin preocuparse demasiado por las reglas de la casa. "Yo también" dijo Edrik, que no tardó en seguirlo con un gesto de indiferencia. Darion y Cillian hicieron lo mismo, levantándose casi al mismo tiempo. Algo me hizo pensar que esta mañana podría ser diferente. Quizás, en esta ocasión, podría hacer un esfuerzo por conectar un poco más con ellos, o al menos con algunos. Cillian y Darion, no se habían portado tan indiferentes conmigo, y hoy se veían más relajados. Con algo de timidez, decidí arriesgarme y darles una oportunidad. Dirigiéndome a Cillian y Darion, les pregunté: "¿Puedo salir con ustedes un rato? Me gustaría conocernos un poco más." Mis palabras quedaron flotando en el aire, pero el efecto que causaron fue completamente inesperado. Todos me miraron en silencio, como si hubiera dicho algo completamente fuera de lugar, como si no fuera lo que esperaban. Sentí la incomodidad crecer en mi pecho, pero traté de mantenerme firme, sin mostrar lo que realmente pensaba. Un pesado silencio se instaló entre nosotros, y después de lo que me pareció una eternidad, todos volvieron a sus platos sin decir palabra. Cillian y Darion intercambiaron una mirada fugaz, pero no dijeron nada. Después de unos minutos, todos terminaron de comer, se levantaron y se fueron sin dirigir ni una sola palabra hacia mí. Me quedé sentada en la mesa por unos momentos, observando cómo se alejaban sin que nadie me hablara. La sensación de rechazo me envolvía, y el vacío entre nosotros se sentía más grande que nunca. Sabía que no pertenecía a este lugar. Solo quedábamos el personal, Theron, Kael y yo en la inmensa mansión. Aunque no estaba completamente sola, me sentía más aislada que nunca. Después del desayuno, me arrastré hasta una de las salas de estar, como si fuera un pedazo de jamón desparramado en una torta, buscando la mínima comodidad en medio del caos familiar. Caí en el sofá, completamente cabizbaja, y me dejé llevar por el cansancio, estirándome sin ningún pudor, como si no importara nada más en el mundo. A veces, sentirme un completo desastre era la única manera de desconectar de todo. Al menos, nadie podía juzgarme aquí, no cuando estaba ocupada siendo una versión humana de una pizza aplastada. Me quedé ahí un buen rato, como un bulto en el sofá, hasta que la inquietud me impulsó a reincorporarme lentamente. Me sacudí las piernas y me tomé un par de minutos para reorganizar mis pensamientos. "Si me quedo aquí mucho más, me voy a pegar al sofá", pensé. Así que, con un suspiro de resignación, decidí subir a la biblioteca, buscando alguna distracción que me sacara de esta atmósfera extraña. Anduve vagando por los pasillos un buen rato, sin ninguna prisa, hasta que finalmente creí que había llegado frente a la biblioteca. La puerta parecía bastante imponente, por eso mismo supuse que si era la biblioteca, así que la abrí sin pensarlo dos veces, imaginando que me esperaba algún buen libro que me ayudaría a olvidarme un poco del drama familiar. Pero, para mi sorpresa, lo único que encontré fue un enorme golpe de realidad.