BRANDON
El mundo se detuvo y me pegó como un puñetazo invisible directo a la cara. No, no, no. Yo no había hecho nada malo.
Juro por todo lo que soy que el aire se volvió plomo. No por Olivia, ni por el beso que acababa de arrancarme sin permiso. El peor escenario se estaba dando porque Emilia vio el beso con mi ex, la mujer con la que pensó que había pasado nuestra noche de bodas.
Mi esposa estaba ahí, parada en el umbral del salón privado. Sus ojos, esos que alguna vez me miraron con ternura, ahora parecían vidrios rotos, tan filosos que podían cortarme desde lejos.
Lo peor de todo es que no dijo nada. Ni un reproche o siquiera soltado una lágrima. Solo se dio la media vuelta con la frente en alto y se fue.
— ¡Emilia! —. Rugí, empujando a Olivia con tanta fuerza que casi se cae de cu**lo al suelo. Fui tras ella, pero para cuando crucé la puerta, ya estaba en el elevador.
— ¡Emilia, no viste nada! ¡No fue lo que parece! ¡Fue ella, no yo! —Grité como un idiota.
El ascensor se ce