EMILIA
Me levanté al día siguiente con un poco de dolor de cabeza. Aun así, hice un esfuerzo para levantarme e iniciar mi día con una rutina de ejercicio antes de desayunar y empezar a trabajar en las ideas de mi siguiente guion.
Sin embargo, mi día no fue tan bien desde el momento en el que recibí un correo electrónico por parte de mi mamá, a la que había evitado desde que mi divorcio. Había cambiado el número de teléfono y había sido Leo quien me había rentado el departamento a su nombre, para que nadie pudiera rastrearme con facilidad.
El correo electrónico de mi madre llegó sin previo aviso. Sin saludo, sin cortesía. Solo una frase en mayúsculas: “TE QUIERO EN CASA ESTE FIN DE SEMANA. ES URGENTE.”
Ni un hola, ni un cómo estás, o algo que pudiera decir que echa de menos a su hija. Como si no hubieran pasado los meses desde que me vio por última vez. Como si no me hubiera enterrado viva la noche en que firmé mi matrimonio con Brandon Moretti. Aquel que, según ella, era “la oportuni