EMILIA
Había decidido que debía dejar descansar el asunto de Renata y no levantar sospechas. Tenía que buscar una solución para que esa hija de pu**ta no me descubriera.
Vi a lo lejos como se alejaba del lugar, y lo único que pasaba por mi mente era lo araña traicionera que era. Brandon no espero más y me encaminó a pasos torpes.
— ¿A dónde vamos? —Pregunté entre risas nerviosas, sin poder evitar que mi corazón comenzara a latir más fuerte. Brandon me había tomado de la mano sin decir palabra, con esa expresión tensa y encendida que me hacía derretirme por dentro, y ahora me llevaba por uno de los pasillos laterales de la empresa.
— A un lugar donde pueda besarte sin testigos . Respondió él en voz baja, y el tono grave de su voz me provocó un escalofrío placentero desde la nuca hasta los muslos.
Empujó una puerta con la cadera y me arrastró dentro de una oficina vacía. El cuarto estaba a media luz, con las persianas cerradas y un leve olor a madera encerada. No había más que un escri