La loba encaró al macho frente a ella y vio que no había ningún temblor en su voz, ni señal en su mirada que indicara que hablaba a la ligera.
En su corazón, sabía que él no la dejaría ir.
Alice no podía soportar eso, ser nuevamente una prisionera, y esta vez, de James Turner.
Tragó saliva y enfrentó la profunda mirada verde.
—No es tu elección, esto no depende de ti —replicó ella.
El macho estaba de pie frente a ella, y su expresión se había vuelto impasible; su corazón ya no latía de manera irregular, y sus puños no estaban cerrados.
La frialdad con la que respondió fue lo que más la asustó.
—¿Quieres que la deje regresar a los rebeldes después de todo el tiempo que la busqué? ¿Sabiendo que morirán a manos de mi padre? ¿Eso es lo que me pides?
Alice respiró hondo, sintiendo su sangre correr más rápido por sus venas, sus músculos tensándose cada vez más y su boca seca.
No podía entrar en una discusión con Jamie en ese momento; esa era una de esas ocasiones en que él creía que estaba