Poco después, tras acompañar a una nerviosa Irene hasta la puerta, me giré y fulminé con la mirada a Fawna.
—¿Algún problema?
Fawna llevaba demasiado tiempo conmigo como para que le afectara ese tono cortante.
—Para nada. —Me dedicó una sonrisa serena y preguntó—: ¿Quieres que le envíe una invitación personal a la señorita Dudeck? Seguro que le encantaría… deslumbrarte personalmente en el baile, Dominic.
Le gruñí y luego dirigí mi mirada a Aleena. Cuando lo único que hizo fue dedicarme una sonrisa inquisitiva, la señalé con el dedo. Estaba furioso y me sentía como un imbécil, y me daba igual. Estaba harto de la frustración de desearla. Harto de no poder hacer nada al respecto. Solo podía imaginarme besando esa sonrisa invisible de su rostro y dejándola jadeando y anhelando, tan desesperada por mí como yo por ella.
No. No… yo no hago esto.
—Tendrás que esforzarte más, señorita Davison —dije, mordiéndome cada palabra. “Si no puedes sentarte con un organizador de eventos y actuar con may