Ni siquiera me había dado cuenta de que me había tapado hasta que lo dijo.
Me rodeó, acercándose cada vez más hasta quedar detrás de mí. A través de sus pantalones, sentí su miembro rozándome. Me rodeó con los brazos y me acarició los pechos.
«Exquisito». Su aliento era cálido contra mi oreja. «Tienes un cuerpo precioso, Aleena. Nunca lo olvides. Nunca lo ocultes».
Sus dedos se cerraron alrededor de mis pezones, haciéndolos girar mientras se endurecían. Solté un gritito de sorpresa cuando los pellizcó, pero fue más por la sorpresa que por el dolor. La descarga que me recorrió fue más bien de placer.
«Manos en el brazo del sofá».
Sabía lo que iba a pasar después y se me hizo un nudo en el estómago. En parte eran los nervios, pero sobre todo era deseo anticipado. Me moví hacia el sofá, sintiendo su mirada sobre mí todo el tiempo.
«Sabes lo que voy a hacer».
Fue más una afirmación que una pregunta, pero aun así asentí mientras bajaba las manos. La posición me hizo sentir aún más vulnerab