Capítulo 16: No más lobo solitario.
Como en una especie de trance, Melba avanzó en dirección a Charles, quien, con torpeza y sin soltar la silla en sus manos, también avanzó hacia ella en un intento por acortar la distancia.
La mujer frente a él era una mujer hermosa, cuyo cabello largo y pelirrojo, estaba atado en un despeinado moño que le daba un aire de despreocupación que le pegaba perfecto.
Su ropa, una filipina blanca e impecable, le indicó que la loba se dedicaba a la preparación de alimentos, algo que, al parecer, hacía con precisión y elegancia, pues no había ni una sola mancha a la vista.
Sintiéndose ansioso, Charles tragó saliva, pues cada movimiento que Melba realizaba, comenzaban a atraparlo en una red invisible, una que estaba hecha de esos lazos de los que siempre había escuchado hablar pero que jamás había sido capaz de sentir, aquellos que nacen sin previo aviso y que se aferran con fuerza al corazón.
El vínculo de compañeros.
Siendo consciente de aquello, Charles no se sintió capaz de soltar la silla e