Capítulo 2. Un amigo valioso

Anya corrió a esconderse tan rápido como pudo, mientras Jasha se acostumbraba a la oscuridad del lugar, encandilado por la luz exterior de la tarde, y se topaba con el cuerpo del pobre herido, en el suelo.

El hombre seguía con vida, y lo miraba desafiante.

-¿Vienes… a terminar… Jasha?

El interpelado sonreía con maldad.

Mientras tanto, la joven despertó a Sonya tapándole la boca mientras le indicaba sin hablar que hiciera silencio. La niña la observaba con ojos desorbitados, mientras Anya abría un pequeño escondite en el suelo y se metía allí junto a su hermanita.

Desde allí, podían oír a la perfección cualquier sonido del exterior, pero no las podrían ver.

Jasha levantó al padre de Anya y lo sentó bruscamente en una silla del comedor.

-Es un milagro que sigas vivo, Dmitry.

Él esbozó una sonrisa torcida.

-No… será… por mucho… tiempo…

El traficante se rió.

-Sí, se me ha pasado un poco la mano… pero puede terminar rápido. Sólo dime dónde demonios tienes el mapa del tesoro.

-Yo… no lo… tengo…

-Sé que te estás muriendo, y parece que no tienes nada que perder… pero será mejor que hables… o tu muerte será mucho más larga…

-No lo tengo… Jasha… no sé… qué te hace pensar… que miento…

-Digamos que sé de buena fuente la verdad. Ahora… veamos cuándo te quiebras…

Anya y su hermana no podían verlos desde su escondite, pero sí que oyeron el grito desgarrador de su padre, mientras se tapaban la boca para no delatarse.

Era evidente que el traficante lo estaba torturando para sacarle la verdad.

Ella tapó los oídos de su pequeña hermana, mientras contenía las náuseas que le provocaba esa situación, y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Dmitry no podía ceder. Aunque entregara ese mapa, lo matarían a él y a sus hijas. Tenía que aferrarse, antes de morir, a la esperanza de que ellas estarían bien.

Resistiría lo suficiente como para cansar a Jasha, para darles a ellas una oportunidad de escapar, de sobrevivir, de un futuro…

Pero el traficante sí que sabía hacer daño. Estuvo varias veces a punto de flaquear, pero al final, su último aliento se extinguió.

El torturador no había logrado su objetivo.

Se enfureció como una bestia salvaje, lanzando un rugido feroz, destrozando toda la casa mientras buscaba ese maldito mapa en cada cajón, mueble y libro de la biblioteca.

Nada.

O Dmitry lo había cedido a alguien, o su informante le había mentido.

De cualquier modo, alguien lo pagaría muy caro.

Por ahora, la única opción de Jasha era encontrar a la joven Anya, de la que seguramente sería más fácil, y divertido, obtener el paradero del mapa.

Se alejó de la casa con una sonrisa maligna, ante la perspectiva de encontrar a la hermosa joven.

Desde su escondite, Anya echó un vistazo antes de que Jasha se fuera, grabándose a fuego su rostro recio en la memoria, para nunca olvidar.

Para nunca perdonar.

Un día, se lo haría pagar.

Ella se escondió con Sonya, que sollozaba levemente, hasta que la noche oscura cubrió cada rincón con su manto, y supo que podrían salir sin ser descubiertas.

Dejó a su hermana en el escondite y salió con sigilo al patio trasero. Afuera de la casa no se oía absolutamente nada… y eso era sospechoso. Una señal de que nada estaba bien.

No se oía ni un auto, ni el ladrido de un perro.

Nada.

Desenterró la pequeña caja, y la abrió con cuidado. Allí estaba, un mapa misterioso con un tesoro inusual. Alcanzó a ver un nombre que por décadas había sido famoso en el mundo del narcotráfico: Bruno "el capo" Villalobos. Se decía que había huido a Rusia con sus mejores hombres, y que su riqueza era incalculable. Si era cierto, este podría ser el camino a la libertad para Anya y Sonya.

La joven volvió a guardar el papel en la caja, la envolvió en una bolsa plástica para protegerla y se la escondió en el pecho.

Era pequeña y fácil de disimular.

Regresó a la casa, armó una mochila sencilla, buscó abrigo y ropa que las ocultara lo mejor posible en la oscuridad, y buscó a la niña.

La pequeña se aferró a ella sollozando.

-Tranquila, Sonya… yo te cuidaré ahora. Tenemos que irnos de aquí, en silencio.

-Pero… papá…

Ella miró en dirección al cuerpo. La imagen era desagradable.

-Él ha muerto… no mires hacia allá ¿entendiste? Estaremos bien. Papá me dio la dirección de un hombre que nos protegerá. Iremos juntas, a Finlandia, y allí estaremos a salvo. No te apartes de mí. Si nos separan, quiero que recuerdes el nombre de Kasparov, en Helsinki. Allí nos encontraremos. ¿De acuerdo?

La niña repitió, susurrando:

-Sí… Kasparov… Helsinki…

-Bien, cariño. Todo estará bien…

Salieron de la casa en absoluto silencio, a través del patio trasero, que se unía con la casa de un vecino.

Evitaron las calles principales y se escondieron en cada esquina.

Descubrieron con angustia que muchos hombres armados patrullaban la zona.

Jasha las estaba buscando con esmero.

El mapa era su prioridad, y no podía dejarlas escapar sin interrogarlas.

Estaba furioso consigo mismo. Había exagerado con Dmitry, y había perdido su oportunidad de averiguar más.

Si hubiera esperado para actuar, si hubiera sido inteligente, habría capturado primero a las hijas, para extorsionarlo y hacerlo hablar.

Pero la ambición lo había cegado.

Su última opción era encontrar a Anya, disfrutar torturarla, y, si eso no funcionaba, presionar a la joven con su pequeña hermana.

Obtendría ese mapa a cualquier precio, pero no podía volver a equivocarse y dejarse llevar por la codicia.

Anya necesitaba encontrar la manera de cruzar la frontera, pero no tenía idea de cómo hacerlo o a quién pedirle ayuda. Nunca había salido de Rusia, no tenía ese tipo de contactos, y estaba segura de que no sería nada fácil.

Sólo conocía a una persona en Viborg, que había estado junto a su padre por años y ella había considerado un tío: Chekov.

Y aunque Dmitry le había dicho que no confiara en nadie, no tenía otra opción.

Su jefe en el bar parecía un buen hombre. Sin embargo, los contactos que había descubierto que tenía con ese Adonis mortal ruso, presenciando semejante espectáculo sangriento en su propio depósito, la hacían dudar de que no las entregara a ese sujeto por dinero, o por lealtad.

Por eso, su única opción era Chekov, quien tenía los contactos y experiencia necesarios para esa tarea.

Así que Anya dirigió sus pasos cautelosos hasta la casa del amigo de su padre, con la esperanza de que él les ayudara a cruzar a Finlandia.

Una vez allí, ya resolvería cómo seguir.

Lo importante, por ahora, era estar fuera del alcance de Jasha.

Se acercaron con precaución al patio trasero de Chekov, y Anya golpeó despacio la puerta.

Era tarde en la noche, pero había tanto silencio que seguro escucharía.

Aguardaron unos minutos. Quietas.

El aire estaba frío, Sonya se agazapaba contra su hermana mayor, lo único que le quedaba en el mundo, buscando calor y protección.

Anya siempre había sido fuerte, era una sobreviviente, ya que había en su pasado cosas horribles que deseaba olvidar, y su pequeña hermana, con una salud más endeble, la adoraba.

Los minutos se estiraron largamente, hasta que finalmente oyeron unos pasos acercarse y la puerta se abrió.

El hombre las observó con desconcierto.

-¿Anya? ¿Qué hacen aquí? ¿Qué ha sucedido?

Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas al recordarlo.

-Papá está muerto, Chekov. Tenemos que huir, Jasha nos persigue…

Una sombra de duda cruzó los ojos de él.

-¿Jasha?

Ante esa mirada, ella tomó la decisión de no decirle toda la verdad. Era el mejor amigo de su padre… y sin embargo él mismo le había dicho que no confiara en nadie.

-Sí, no sé por qué… lo mataron. Sonya y yo nos escondimos… pero esta ciudad ya no es segura para nosotras. Debemos irnos…

Chekov asintió.

-Entiendo, pero ¿hacia dónde irán?

Anya fingió pensarlo, mientras su hermanita la miraba con sus grandes ojos.

-No estoy segura… ¿Podemos pasar a entrar en calor?

-Sí, claro, lo siento… qué descortés he sido. Pasen, les daré té caliente.

-Sólo para Sonya, yo estoy bien, no deseo perder tiempo… es peligroso.

-De acuerdo.

Sin separarse, las dos se sentaron en el sillón de la pequeña sala.

Chekov preparó el té, mientras preguntaba:

-¿Entonces? ¿Qué tienes en mente, Anya?

-¿Podría ser Finlandia? Es un país que está cerca, y no creo que Jasha nos siga allá. No valemos nada.

-Hum… pues algo deben valer para él, si hizo todo este despliegue buscándolas… ¿Estás segura de que no sabes lo que quiere?

Ella negó con la cabeza.

-No tengo idea… sólo nos escondimos mientras… él… asesinaba a papá…

El hombre miró el suelo.

-Entiendo… lo siento tanto… Dmitry, era mi mejor amigo… desde hace muchos años… es una gran pérdida…

-Sí…

Chekov se quedó pensando unos instantes.

-Las ayudaré a llegar a Finlandia, por mar. Tengo algunos contactos que podrían ser útiles.

-¿Puedes arreglarlo ahora mismo? No quiero esperar a que sea de día…

-Sí, claro. Haré unas llamadas mientras Sonya toma su té.

-Gracias… Mi padre estaría feliz de saber que eres un amigo tan valioso…

-Se lo debo… él era como un hermano…

Chekov se alejó lo suficiente de las hermanas como para no ser oído, y marcó un número.

Apenas le atendieron, susurró:

-Están aquí. Pero no hagas una tontería. Tengo un plan.

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