— ¿Qué has dicho?

La voz de Alexander salió lenta, teniendo cuidado de hacer su pregunta lo mejor posible. Para entender la extraña situación.

— La señora Verónica ha enviado un acuerdo de divorcio, señor —respondió fuerte y claro Jorge.

— ¿Divorcio? —repitió como si no hubiese entendido— ¿Planea dejarme? ¿A mí?

Jorge se le quedó viendo con extrañeza— Creo es lo mínimo que podría hacer, después de acusarla de asesinato, señor.

Alexander levantó la vista hacía Jorge nuevamente, sus ojos tenían sangre, estaban tan rojos por todos los sentimientos que se le estaban acumulando.

— Averigua que fue lo que pasó con la demanda, lo quiero todo en una hora, Jorge.

— Una hora es poco tiempo —se quejó Jorge.

— ¿Puedes o no?

Jorge asintió.

— No te quiero ver aquí. Desaparece de mi vista.

Jorge salió sin decir más, aunque se moría de ganas de decir un «te lo dije», con el humor que Alexander tenia, capaz y lo despedía en ese instante.

Cuando Jorge cerró la puerta, escuchó mu