Las cosas parecían en calma, como si fuera el centro de una gran tormenta. El trabajo de Verónica la habia mantenido fuera de casa, los días siguientes a aquel momento que tuvieron. Mientras Alexander investigaba y cerraba nuevos tratos, para el aumento de acciones en el grupo Dixon.
Ana se había mantenido alejada, solo para que Verónica se confiase para el momento que estaba por venir. Levi se mantenía firme en su decisión y aprovechaba cada momento que tenia con Verónica. Esa mañana, Verónica se levantó una hora más tarde. Su desayuno estaba listo en la mesa, frío y solo, como había sido desde hace un año. Ella siguió marcando su calendario, no se detuvo a mirar una nota que Alexander le habia puesto por un lado del propio calendario. — Buenos días, Sonia —saludó Verónica al salir— ¿Te hice esperar? Ayer no pude volver por mi auto, sentía que el sueño me atacaba cada dos por tres. — ¡Sube! —le grito animada Sonia— Te voy a matar, verte a ti es como sacar una cita con el presidente. Ni siquiera Alexander es tan difícil de ver... Verónica rió antes aquel comentario. — No todos nacemos en cuna de oro, debo trabajar amiga —antes de que Sonia malinterpretara su respuesta, añadió— Y hablo de Alexander, no de ti. — Mas te vale. Te he extrañado, ya no hemos tenido tiempo para ir al spa. Quiero eso, me duele la cabeza cada vez que recuerdo el martirio qué me espera en casa —su voz se entristece conforma sale cada palabra de su boca. — ¿Sigues mal con tus padres? pensé que con el tiempo cambiarían de opinión. — No, creo que eso jamás pasará. Además, escuché hace un par de días que si no presentaba a un candidato para esposo en los siguientes meses, ellos me escogerán uno —Sonia suspira— ¿Cómo es posible tanta maldad en el mundo? — Algunos matrimonios arreglados suelen funcionar —admite Verónica ganándose una mirada inquisitiva de su amiga— No conmigo, pero he visto en primera persona, varios casos. — No conmigo —repite con gracia, Sonia— ¿Ya han firmado el divorcio o esperan a que estés embarazada? Verónica que apenas daría un trago a su café, se atraganta con las iconicas respuestas de su amiga. — Definitivamente estás desquiciada, te hace falta marido —rie Verónica— Mandaré una lista a tus padres en cuanto tenga tiempo —bromea. — Te mataré después de eso... Cuando Verónica entra al hospital, nunca nota a los hombres de negro que la vigilaba desde el estacionamiento. En la entrada, el vigilante saluda a la joven doctora. Verónica tarda unos momentos, hasta que Levi aparece como por ate de magia. Los hombres retroceden; — Buenos días, doctora Cox —saluda Levi King— Llega tarde a la reunión de hoy. — Buenos dias, doctor King. Usted también llega tarde. Ambos se sonrien, pero caminando hasta llegar al elevador. Cuando la puerta está por cerrarse, Verónica alcanza a ver a un hombre correr entre los autos del estacionamiento. [...] Verónica y Levi se encontraban en su oficina, observando con lujo de detalle el tablero, con los datos de un paciente de treinta años. — Sin duda alguna esto es una cirugía mayor, las probabilidades son bajas. Un trasplante sería lo mejor —habla Verónica. — No hay ningún donador y la lista de espera es larga —responde Levi con seriedad— Tenemos que hacer que funcione por si mismo, en lo que se consigue un donante. — El paciente tiene diabetes —explica Verónica— Su peso es excesivo. Tiene arritmia, podemos perderlo en cuanto se suministre la anestesia. Se provocará una insuficiencia cardíaca, no se podrá controlar esa situación. — El paciente tiene los dias contados, Verónica. Le haremos saber los pro y los contras, pero la única capáz de hacerlo, eras tú. ¿Cuengo contigo? Verónica mira de nuevo los datos del paciente, así como ella lo ve, todo está contra el paciente. Sus únicas salidas pueden llevarlo a la muerte, pero no hacer nada, también lo hará. La vibración de su teléfono le hace salir del trance en el que estaba. — Lo haré. Levi celebra con unos ligeros aplausos. — Eres lo más cercana a un mago en esto. Creo que contigo podríamos aumentar la posibilidad de que todo salga bien, eres la mejor en este campo, Verónica. Levi colocó su mano en el hombre, para darle ánimos. Sabía que Verónica pasa por demasiado estrés en casa, después de todo estaba atada a u. hombre que no ama y nunca amará. — Es tarde, deberías ir a casa y descansar. Mañana por la mañana no hay reunión, así que podrías llegar mas tarde. — Me siento cansada de solo hoy. Deberías irte a casa tambien, Levi. — Solo organizaré algunos asuntos, después me iré. Te veo mañana, Verónica. Verónica asintió, saliendo de la oficina. Tomó el elevador hacía el estacionamiento, la música del elevador la hizo entrar en trance. Estaba demasiado cansada, al parecer tendría que tomar vacaciones pronto, de seguir asi, no aguantará mucho más. Cuando el elevador se detuvo, ella dió solo unos pasos antes de recordar el mensaje que le había llegado antes; "¿Estás bien? me acabo de enterar, no pensé que Alexander haría algo así " "Al menos no mientras estuvieran casados" "¿No se supone que había un regla respeto a las infidelidades?" Sonia le había mandado al menos tres mensajes más hablando de como se sentía con la noticia. Verónica no entendió nada de lo que pasaba. Su mirada estaba en su teléfono, que nunca vió a los dos hombres que se acercaban por detrás. Ella llamó a su amiga, para buscar explicaciones de lo que pasaba, cuando sintió un fuerte empujón y su celular salió volando. — ¿Hola? ¿Hola? ¿Qué es todo ese ruido? —preguntaba Sonia Verónica hizo muecas ante el dolor, tirada en el suelo, observó a dos hombres acercarse nuevamente. No pudo hacer más, que quedarse allí. Era tarde, no había vigilantes, de hecho, no había casi personal en el hospital. — ¿Quiénes son? ¿Por qué hicieron esto? — Nos debes dinero y venimos por el adelanto —dijo el mas alto de ellos, tomando el pelo de Verónica y soltando una bofetada, tan fuerte— No te hagas la víctima, eres amiga de tipeja y tu casa es de lujo, el dinero lo tienes. ¿Quieres tiempo? ¿O quieres darnos otra cosa? El segundo hombre la tomó por las piernas, arañandola para bajarle la media. Verónica en su intento de escapar, giró su cuerpo. Ganándose un fuerte golpe en la espalda qué la dejó sin aire. — ¡Ayuda! —grito en desesperación — Queremos el maldito dinero en mi cuenta. ¿Cuántos días podríamos darte? —el hombre fingió pensar— Eres bonita, así que seré bueno, esperaré y llegaré de sorpresa. — ¡Viene alguien! Los dos hombres levantaron la vista al hombre que se veía correr desde el pasillo. El doctor Levi King, quien había visto la cámara de seguridad, bajó lo más rápido posible con una escoba en la mano. — Nos veremos pronto —dijo el hombre que aún la sostenía.