107. EL DESTINO DE DOMINICO DIXON.
Sonia terminaba de doblar la ropa limpia sobre la cama , una tarea sencilla que sentía como un castigo. Su rostro estaba tenso, y el pequeño ceño fruncido le marcaba la frente de una manera que Levi había aprendido a temer. Habían pasado apenas tres meses desde la boda, y el aire entre ellos ya se sentía pesado.
Levi entró al dormitorio con una sonrisa forzada y llevó en la mano una taza de café que había preparado especialmente para ella. Se acercó con lentitud, esperando cualquier gesto de rechazo que confirmara sus peores miedos, aquellos que nacían de la culpa que llevaba tatuada en el alma. La culpa por los meses antes de casarse, cuando sus palabras habían sido duras y su trato, frío.
Él depositó la taza sobre la mesita de noche, el pequeño ruido del cristal chocando contra la madera resonó con una estridencia innecesaria en el silencio. Cruzó los brazos y esperó, sintiendo cómo el amable y sonriente hombre que todos conocían en la calle se desvanecía ante la mirada evasiva d