—¡Eres un desgraciado! —lo fulminó con la mirada—. Aunque no lo mereces, voy a quedarme aquí contigo esas dos horas para hacerte compañía… pero no pienses que me arrodillaré.
Mientras lo señalaba con un dedo acusador, Derek simplemente asintió. Fue entonces cuando, de pronto, escupió una bocanada de sangre a un lado.
Scarlet abrió los ojos como platos al ver el charco oscuro extenderse en el suelo.
—¡¿Qué demonios…?! —jadeó, y sin pensarlo se arrodilló frente a él, tomándole el rostro con ambas manos—. ¡¿Acaso te estás muriendo y juegas con mis emociones?! ¡No seas un maldito, no me engañes!
Las lágrimas brillaban en sus ojos, pero Derek, encantado con esa súbita muestra de ternura, sonrió con calma.
—Si supieras cómo se infla mi pecho al ver que te preocupas así por mí…
Scarlet, furiosa por esa sonrisa, le mordió el hombro con rabia.
—¡No te atrevas a morir, maldito arrogante!
Derek soltó una risa ronca, acariciándole la espalda.
—No moriré, mi lunita. Aunque no hemos completado el v