Derek cerró los ojos, derrotado, y suspiró con fuerza. Estaba desesperado, pero no podía obligarla.
—Está bien. Pero… ¿y si al menos fuéramos amigos? No sé… cuando consiga trabajo te invito un café. Para agradecerte por dejarme dormir aquí esta noche. Aunque me tiraste al suelo. Dos veces.
Scarlet se quedó en silencio. Estaba dispuesta a decirle que no, que se fuera, que no quería saber nada de ningún hombre… pero se miró a sí misma, recordó que él no la había tocado sin permiso, no le robó nada, y hasta le trajo agua. ¿Y si realmente era buena persona?
«Estoy loca por confiar en alguien a primera vista», pensó.
—Está bien. Una taza de café no mata a nadie —largó sin pensarlo mucho, cruzándose de brazos mientras lo miraba con el ceño aún fruncido.
Derek asintió y buscó su camisa del suelo.
Mientras se la abotonaba con toda la calma del mundo, Scarlet no pudo evitar notar que, en su mano izquierda, justo por encima del nudillo, había un pequeño símbolo que parecía brillar levemente co