Yeho asusta a su luna.

El lobo del padre de Derek cayó herido de una pata trasera y aunque no era grave, sí era lo suficiente para dejarlo atrás.

Yeho ocultó su olor, cubrió su rastro con la maestría de un cazador nato y se perdió entre los matorrales, devorando la distancia hacia su destino.

Desde los árboles traseros, oculto entre ramas, observó a Scarlet, sentada en su terraza sencilla, con una manta sobre los hombros y los ojos enrojecidos.

A su lado, estaba Zhanna abrazándola con ternura.

#Mi luna sufre por otro, cuando solo debe quererme a mi#, gruñó, Yeho con impotencia.

Zhanna se levantó, intentando animarla con esa energía imprudente que la caracterizaba.

—Amiga, voy a prepararte un té… o qué te parece si mejor sacamos el vino. Es más efectivo para el mal de amor. Y si no funciona, siempre queda el plan B: tequila hasta perder la dignidad —le guiñó un ojo, haciendo que Scarlet riera, aunque fuera entre lágrimas.

—Prometí no beber más —soltó Scarlet, sin saber cuándo, por qué o a quién hizo tal
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