Mitades perfectas.

Derek sonrió con esa calma peligrosa que la desarmaba.

—Lunita… no me mientas. Pensaste en mí de forma candente. Pude sentirlo. —Su voz bajó aún más, solo para ella—. Por tu culpa pasé toda la tarde excitado. Casi me quedo sin piel en mi mano derecha de tanto que me mordí.

Para remarcarlo, movió apenas su pierna contra la de Scarlet, dejándole sentir, sin lugar a dudas, lo que decía.

Ella se puso roja como una hoguera y miró nerviosa a todos los presentes. Por suerte, nadie parecía prestarles atención.

—¿Cómo… cómo es que puedes sentir todo lo que yo sienta? ¿Y por qué te cargas tremenda erección cuando estamos frente a otros? —preguntó en un susurro, sintiéndose expuesta.

Derek ladeó la boca en una sonrisa sensual y dulce a la vez.

—Este será mi estado normal de ahora en adelante, siempre que estés cerca de mí… o cada vez que me desees.

Ella abrió los ojos desmesuradamente y se quedó sin aire.

—Pero, ¿qué provoca esto?

—Somos dos mitades perfectas. Cuando nuestro vínculo se complete,
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