Lunita obstinada.
Ana bajó la mirada, temblando. No de miedo, sino de culpa.
—Lo sé, hijo… —susurró—. Olvidé lo perjudicial que es este lugar para un humano y dejé entrar a mi nuera. Te juro que no lo hice con malicia. Estaba tan angustiada, me dolía tanto verla sufrir… que olvidé algo tan importante. Merezco ser desterrada.
Derek iba a responder, pero la carcajada de Reiden lo interrumpió.
El guerrero reía con ganas, aunque sus ojos seguían clavados en Scarlet, desmayada en los brazos de su supremo.
—¡Supremo! —dijo con voz vibrante—. Bien sabes lo obstinada que es esta pequeña luna. Mientras estuviste aquí recluido, desafió a tu padre, desafió a Lioran, a mí… y hasta a tu madre. ¡Ja! Con su carácter, cualquiera hubiera pasado por alto que no podía entrar a este salón. Te aseguro que aunque le hubiéramos dicho que moriría si lo intentaba, lo habría hecho igual, aunque solo pudiera arrastrarse dos pasos adentro.
Derek alzó las cejas.
—Repito, es demasiado obstinada, terca y necia. Si quieres castigarme