Dormir contigo... y sobrevivir al intento.
—¿¡Qué diablos haces aquí!? —chilló, escondiéndose detrás de la puerta, como si esta pudiera protegerla de ese cuerpo con abdominales de escultura renacentista y sonrisa de pecado.
Derek estaba ahí, en su cama, recostado como un príncipe en su trono, hojeando un libro como si el mundo no ardiera para Scarlet.
—Dijiste que podíamos dormir juntos —respondió él con total serenidad, pasando la página como quien lee un tratado filosófico y no un manual de conquista silenciosa.
—¡Pero eso no te da derecho a colarte sin avisar! ¡Tenías que tocar primero!
Derek levantó la mirada, con esa media sonrisa peligrosa que sabía usar como arma letal.
—Scarlet… prometo no tocarte. A menos que me provoques… demasiado.
Ella bufó, corrió al baño como alma en pena y salió envuelta en una bata vieja de ositos que no lograba cubrir su dignidad ni sus hormonas.
Se metió en la cama con la delicadeza de quien se lanza a un pozo helado, dejando medio metro de separación entre ambos.
Espalda recta. Ojos al techo