Mi madre y yo bajamos del taxi y entramos rápidamente al hospital, la recepcionista nos envía directamente a la habitación veintitrés donde mi padre ya se encuentra estable y en recuperación. Corremos por los pasillos del hospital hasta llegar allí donde dos policías cuidan la puerta y nos impiden el paso.
—Soy Lara Zchwat, su esposa y ella es mi hija —les explica mi madre para que nos permitan pasar.
Uno de ellos abre la puerta y suelto el llanto cuando veo a mi padre conectado a tantos equipos y con la piel pálida. Había intentado quitarse la vida y por mucho que lo pensara no encontraba razón o explicación para aquello, porque a pesar de todo siempre ha sido un hombre capaz de enfrentar todo.
—¡Dios mío! —exclama mamá llorando y toma su mano—. ¿Por qué hiciste esto Alfred? ¿Querías dejarme sola?
Las lágrimas no me dejan hablar mientras los observo a ambos desde una esquina de la habitación. «¿Por qué tengo que ser tan egoísta? Mamá deja de hablar y me mira con rencor».
—Si te hubie