El miedo envolvió a Janette mientras sus manos temblaban. Estaba a punto de soltar una lágrima cuando recordó que era doctora. Sus instintos se activaron de inmediato: se levantó de un salto y salió corriendo de la oficina. Rápidamente llamó a las enfermeras y enfermeros.
—¡Traigan una camilla a mi oficina de inmediato!
Unos minutos después, estaban trasladando a Lucas a una sala. Cuando entraron, Janette quiso revisarlo, pero uno de sus doctores la detuvo.
—Estás muy alterada ahora mismo. No sería correcto que lo atendieras todavía. ¿Por qué no dejas que nosotros nos encarguemos? Sal un momento y cálmate.
Janette negó con la cabeza.
—Tengo una forma rápida de aliviarlo. No estoy alterada, estoy muy tranquila —dijo, aunque el miedo se reflejaba claramente en su rostro.
Las enfermeras se miraron entre sí con curiosidad. Nunca la habían visto tan preocupada por un paciente. ¿Sería algo personal?
Los doctores intentaron convencer a Janette de que no lo atendiera, pero ella se negó y deci