Janette entró al hospital y se dirigió directamente a la habitación de la Tía Maryanne.
—Tía, te traje frutas. Te harán muy bien para tu… —sus palabras se atascaron en su garganta al ver a Genevieve sentada con Tía Maryanne.
Genevieve le sonrió.
—Buenos días, doctora.
Janette alzó una ceja. ¿Qué era esa sonrisa y esa formalidad? Espera… si antes ella era la que odiaba que la mujer fuera informal con ella, ¿significaba eso que Genevieve por fin la dejaría en paz?
—Eh… parece que estás ocupada ahora, tía. Te veré más tarde.
—Oh no, Janette, estoy perfectamente libre —sonrió Tía Maryanne—. Deja las frutas aquí y dime cuándo me dejarás salir de este lugar.
Janette dudó un momento, pero suspiró y asintió. Dejó la canasta de frutas y se sentó junto a Tía Maryanne. Genevieve observaba cómo Janette examinaba a su tía, asombrada de verla trabajar con tanta destreza. No podía creer que esta fuera la misma Janette de hace seis años.
—Eres preciosa cuando te pones tan seria —comentó Genevieve, y