El entrenador la sostuvo firmemente y comenzó a hablarle suavemente, como si tratara de mantenerla consciente. Pero Luciana, todavía desorientada, apenas podía escuchar. Su visión se mantenía borrosa, y todo lo que lograba ver era un par de rostros que se inclinaban sobre ella, preocupados.
—Necesitamos que despierte, que nos diga si se siente bien —dijo una voz femenina desde algún lugar cercano.
Luciana intentó abrir los ojos, pero la luz del salón le resultó abrumadora. Sentía como si su mente estuviera atrapada en un sueño pesado. ¿Cómo había llegado aquí? ¿Por qué las cosas parecían tan confusas?
El entrenador, mirando con preocupación, pidió que le trajeran agua con azúcar mientras aseguraba a los demás que la lesión no parecía ser grave, pero debía ser atendida por alguien más experimentado.
—Respira profundo, Clara. Necesitamos que hables, ¿estás bien? —la voz del entrenador era suave, casi como si tratara de calmarla, aunque su tono traía consigo una seriedad palpable.
Lucian