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—El viento de la tarde soplaba suavemente cuando Camila llegó al café TweetMean, el mismo donde el aroma del café recién molido siempre parecía envolverlo todo en un manto de nostalgia. Llevaba un abrigo beige, el cabello suelto, y esa expresión entre nerviosa y serena que solo ella tenía cuando intentaba fingir control.

Frans ya estaba allí, sentado junto a la ventana. Una taza de espresso intacta frente a él. Levantó la vista en cuanto la vio entrar, y una sonrisa casi imperceptible se dibujó en sus labios.

—Llegas justo a tiempo —dijo con voz tranquila, levantándose para saludarla.

—Tráfico —respondió ella con una leve sonrisa—. Y… Mateo insistió en que el perro necesitaba una bufanda.

Frans rió suavemente, y ese sonido hizo que la tensión que la había acompañado todo el día se disipara un poco.

—Me alegra que lo haya cuidado. Se llama Leo —dijo mientras revolvía el café—. Mi pequeño compañero de vida.

—Está bien —respondió ella—. Mateo lo adora.

El silencio se instaló entre ambos
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