22. Un día lleno de giros inesperados
Camila
Me vi obligada a girar la cabeza. Mateo siguió mi movimiento. Sus ojos se abrieron con alegría cuando vio a Gavin. —¡Tío Gavin! —gritó histéricamente, y sin dudarlo corrió y abrazó al hombre con fuerza.
Gavin se sorprendió por un momento, pero su sonrisa apareció de forma natural. Le devolvió el abrazo con delicadeza, agachándose hasta que su cara quedó a la altura de la del niño. —El tío te ha echado mucho de menos, Teo —dijo con voz temblorosa, sin ocultar su emoción.
Mateo levantó la cara, con los labios ligeramente fruncidos. —Yo también, tío. Pero desde que nos mudamos, has sido muy malo. No me has llamado ni una sola vez. Mamá dice que es difícil localizarte.
Gavin se rió suavemente, aunque sus ojos me miraban con curiosidad. Esa mirada me oprimía el pecho. Tragué saliva con dificultad, con un sabor amargo como el de una medicina vieja que me obligaban a tragar de nuevo. Pero intenté aguantar para no parecer conmocionada.
—Guapo Teo, hablaremos más tarde, ¿vale? Ahora el t