18. Interrogatorio Policial y Revelación
Camila
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el suave golpeteo de alguien llamando a la puerta. El sonido era casi inaudible entre el zumbido de la máquina de suero y los apresurados pasos en el pasillo del hospital. Enderecé la espalda, me sequé las lágrimas que aún quedaban en mis mejillas y dije en voz baja: —Adelante—.
La puerta se abrió y entró un hombre alto vestido con un traje oscuro. No era ni médico ni enfermero. Su actitud era demasiado tranquila, demasiado cautelosa. En la mano llevaba una gruesa carpeta con un sello policial nuevo. Tenía el rostro rígido y la mirada penetrante, como si estuviera evaluando cada uno de mis movimientos. Detrás de él, le seguía una agente que tomaba notas en su tableta. De repente, el pasillo se llenó de ruido: se oían pasos pesados y susurros deliberadamente reprimidos.
Me sentí como un animal de laboratorio al que acababan de sacar de su jaula para interrogarlo.
—¿Señora Camila? —La voz del hombre era grave, autoritaria y claramente e