12. No es solo una amenaza
Camila

Salí del apartamento de Gavin, pero mi corazón se sentía vacío. El aire nocturno de Yakarta era húmedo, pero el frío me atravesaba como un recordatorio de la realidad más simple. Tasya había vuelto.

Y en ese momento, tuve que ser consciente de mí misma. Abandoné mi intención de volver al día siguiente. No parecía necesario. Tasya cuidaría bien de él. Tenía que mantener mis límites.

Cuando llegué a casa, Mateo ya estaba profundamente dormido. Su respiración era tranquila, sus labios estaban ligeramente entreabiertos y la manta que le había puesto antes seguía cuidadosamente doblada sobre su pecho. Al verlo tan tranquilo, me invadió una sensación de alivio. Al menos hoy había dormido sin problemas, sin el veneno que estaba destruyendo su pequeño cuerpo.

Le di un beso rápido en la frente y salí de la habitación. Por primera vez en mucho tiempo... Me senté en mi escritorio, abrí mi computadora portátil y me quedé mirando la página en blanco.

Escribir.

Algo que solía ser mi segundo a
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