"¡¿Hola?!" gritó con voz ronca. "Por favor... ¿hay alguien ahí?!"
Laura se despertó en una habitación con poca luz. Sentía la cabeza pesada. Al intentar moverse, se dio cuenta de que sus manos estaban esposadas a la parte trasera de una silla de metal oxidada. El aire era húmedo, apestaba a moho, como un almacén abandonado. Una sola luz tenue colgaba del techo, proyectando un brillo pálido solo sobre una parte de la habitación. El resto estaba envuelto en la oscuridad, ocultando formas desconocidas.
Nadie respondió.
Solo el zumbido bajo de la electricidad y el goteo distante del agua resonaban en el silencio.
Laura luchó por recordar lo que había sucedido.
Los grandes almacenes, el taxi... calles desconocidas, ¿y luego?
Después de unos segundos, una punzada aguda pulsó a través de su cráneo. Lentamente, sus últimos recuerdos resurgieron. El olor extraño, químico dentro del taxi, luego su visión se desvaneció.
La habían drogado.
Y ahora... la tenían cautiva.
De repente, pasos resonaron