Una capa de hielo fino y transparente se había formado sobre la dinámica del ático. No era el conflicto abierto de antes, sino un nuevo y agotador statu quo de extrema cortesía y distancia profesional. La conexión eléctrica que habían forjado entre los bocetos polvorientos de la biblioteca auxiliar había sido meticulosamente reemplazada por un vacío cuidadosamente mantenido, un espacio que ambos se ocupaban de alimentar con silencios y miradas evitadas.

Olivia se movía por los espacios compartidos con la eficiencia de un asistente virtual. Sus pertenencias siempre estaban recogidas, sus pasos eran calculados para no cruzarse con los de él, y su presencia se reducía a lo estrictamente necesario para el trabajo. Por las mañanas, bajaba a desayunar justo después de oír la ducha de Alexander apagarse. Por las noches, se retiraba a su habitación en cuanto él mencionaba tener una llamada pendiente.

Alexander, a su vez, había elevado su personaje de CEO a un arte. Hablaba en términos de sine