La reunión con Sebastian había sido tan exasperante como Olivia había anticipado. Dos horas de sonrisas condescendientes, sugerencias absurdas y miradas que la desnudaban lentamente. Regresó al ático con la mandíbula apretada y los nervios de punta, necesitando desesperadamente un momento de paz antes de enfrentarse a Alexander y su fría evaluación del desastre que prometía ser Cliffside.
El ático estaba en silencio, sumido en esa quietud particular que indicaba que Alexander aún no había regresado de su cita con los abogados italianos. Olivia se quitó los zapatos de tacón con un suspiro de alivio y caminó descalza sobre la fría madera del piso, sintiendo cómo la tensión de los músculos de sus pies se disipaba lentamente. Necesitaba un libro, algo denso y aburrido sobre leyes de propiedad histórica que le sirviera tanto para ahuyentar los fantasmas de Sebastian como para prepararse para la siguiente batalla con los permisos de construcción.
Recordó haber visto una biblioteca auxiliar,