—¿No quieres nada más? ¡Ya es hora! —le insinué de nuevo que se fuera, pero Yegor solo se acercó más y me apretó contra él. Yo extendí los brazos y apoyé las palmas de las manos en su pecho grande y firme. ¡No pienso besarlo!
—¡Suéltame! ¡Perro! ¡No me toques! —seguí resistiéndome a sus caricias.—Está bien... perdóname, florcita, por haberte metido en esta situación con esa mujer. ¡Pero no pasó nada entre nosotros! Ayer te conté que estaba loco por ti. Solo te quiero a ti... bueno...No te resistas, flor... ¡eso solo me excita! —Egor me besó a la fuerza, apretando mis manos contra él! Intenté resistirme, pero ¿qué podía hacer contra un hombre tan fuerte? Y él lo sabía. Por eso me tiró inmediatamente sobre la cam