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—¡Yegor! —me acerqué a mi esposo.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó Yegor.
—Vamos, yerno, ¡tenemos que hablar! ¡El señor Astafiev tiene algo que decirte! —dijo mi papá con voz igualmente seria.
Yegor se fue con los hombres y mi mamá se acercó a mí.
—¡Lizochka, no te preocupes tanto! ¡Todo va a salir bien! ¡Papá, por así decirlo, ha resuelto tu problema!
—¿Qué problema?
—Ya se lo preguntarás a tu esposo, mejor dime cómo has descansado.
—He descansado de maravilla, con Yegor nunca es de otra manera... mamá... —comencé a decir, pero mi mamá me interrumpió.
—¡Y yo me voy a divorciar de Stepa! —dijo mi madre, y yo, por supuesto, entendí a d&