Léa
Hay este silencio entre nosotros, dulce y frágil. Él tiene mi mano en la suya, como si este simple contacto fuera suficiente para decirlo todo. Quizás, para él, ya es inmenso. Un gesto cargado de esperanza. De arrepentimiento. De promesa muda.
Pero yo siento otra cosa resurgir. Un pensamiento enterrado. Una duda tenaz. Un nombre.
Clara.
No quiero romper este momento. No ahora, cuando algo en nosotros comienza a respirar de nuevo. Pero no puedo hacer como si nada. No si queremos empezar sobre bases honestas. No si realmente quiero creer, creer de verdad, en lo que él dice querer construir conmigo.
Retiro suavemente mi mano de la suya. No violentamente. Solo lo suficiente para establecer una distancia. Una frontera delgada pero clara. Él frunce ligeramente el ceño. Lo veo. Siente que algo se aproxima. Y no retrocede. No huye. Espera.
Léa
— ¿Y con Clara… cómo va?
Mi voz es tranquila. Casi serena. Pero por dentro, es una tempestad contenida. No es celos. No realmente. Es otra cosa