— ¿Qué haces aquí? ¿Qué es lo que quieres? — Pregunté cuando vi a Laura encaminarse hacia mí.
— Vengo a proponerte un trato, y estoy segura de que no lo vas a poder rechazar.
— Eres una asquerosa bruja ¿Qué te hace pensar que voy a hacer un trato contigo?
— Te recuerdo querida, que la que está hospedada en esta mazmorra acusada de brujería, eres tú y no yo.
— ¿Fuiste tú? ¿Tú me denunciaste maldita mentirosa? ¿Quién eres? ¿Por qué me quieres hacer daño? ¿Yo que te he hecho?
— Son demasiadas preguntas, y no tengo tiempo para contestarlas todas, solo quiero que sepas que estás aquí por haberte adueñado de lo que era mío.
— ¿Tú eres Lucrecia? ¿Cómo es eso posible?
— Cuando un alma abandona su cuerpo, es muy fácil tomarlo como propio cuando tienes ayuda de Satán, tu inocente amiga emprendió un viaje muy largo, vendió su alma por un precio muy barato y ya debe estar quemándose en el infierno.
— Laura era buena y bondadosa, ¡seguramente la engañaste!
— Si, era tan buena y tan bondadosa, que