Cerré mis ojos y me concentré, tenía que desprenderme de mi cuerpo para visitar a Maximiliano en su celda y ponerlo sobre aviso, él tenía que saber que lo dejarían libre, pero no podía decirle lo que yo iba a hacer, tenía que hacer que él saliera sin mí y debía ponerlo sobre aviso sobre los malvados planes de su hermano gemelo a quién él le tenía una confianza ciega, pero no lo logré, sólo lo había hecho estando dormida y de manera involuntaria me frustré al no conseguirlo estando despierta.
No había pasado mucho tiempo cuando escuché los guardias en la celda de Maximiliano, abrió el cerrojo de la puerta y escuché las cadenas, lo trajeron a mi celda y me dolió mucho ver como lo tenían encadenado, con el grillete en su cuello, en los pies y encadenado de las manos, era evidente que tenían miedo de su poder, aunque dudaba que los guardias supieran quien era él y lo que era capaz de hacer.
— ¡Isabel mi amor! ¿Estás bien? ¿Te han lastimado?
— No mi amor, estoy bien, estaré bien, por favor