Lola y yo recorrimos la ciudad todas las noches en busca de brujas, pero no logramos encontrar pistas de quién o quiénes podrían ser; lo que, si me quedaba claro, es que tanto Doña Hipólita como doña Leonor, estaban involucradas en toda esa intriga, las dos guardaban secretos oscuros, y estaba segura, de que sus esposos no estaban enterados.
Mientras Doña Hipólita trataba de amedrentarme con la amenaza de acusarme con el santo oficio, Doña Leonor, me insistía en que me casara lo antes posible con Isabel, con el supuesto pretexto de que Don Fernando no estaba de acuerdo con la boda y podía cambiar de opinión, pero mi olfato me alertó sobre el peculiar aroma en el café de Don Fernando, y la extraña actitud del hombre en los últimos días, demasiado pasiva estaba segura de que la señora estaba poniendo alguna hierba en las bebidas de su esposo, seguramente aconsejada por una bruja para mantener dominado; Ese es un tema que debías tratar con Isabel, la vida de su padre podía estar en peligr