Ya encontraría el momento para contarle todo, esperaba que en algún momento pudiéramos hablar a solas.
Me miré en el espejo, me gustó lo que veía, parecía que tan sólo en unos días me había convertido en toda una mujer, me ruboricé al recordar a mi Maximiliano haciéndome mujer, apoderándose de mi cuerpo y de mi alma, aun no tenía claro si habían sido tan sólo sueños, o había sucedido en realidad, tal vez nunca me atrevería a preguntar, pero mi cuerpo se sentía tan diferente que casi podía jurar que todo había sido real.
Me senté junto a la ventana, debía esperar a que mi padre tocara a mi puerta para bajar al salón tomado de su brazo, tal como lo dictaba el protocolo y como lo habíamos ensayado, mi corazón latía con fuerza, la emoción era tanta, que de pronto me olvidaba de lo sucedido, cada vez que escuchaba que llamaban a la puerta del palacio, mi corazón palpitaba con más fuerza, los invitados estaban llegando y Maximiliano llegaría en cualquier momento y yo estaba al borde del col