El dolor en mi pierna me trajo de vuelta a la realidad, sentí unos fuertes dientes mordiendo mi muslo, y pude sentir como succionaba y se alimentaba de mí; Abrí los ojos y me incliné para ver qué era lo que me estaba lastimando, allí estaba el, con el rostro hundido entre mis piernas, era Maximiliano, bebiendo mi sangre.
Yo, no sabía que pensar, que sentir, por alguna razón, no tuve miedo, por el contrario, si él necesitaba beber mi sangre, yo estaba dispuesta, a entregársela toda, no me importaba morir en ese momento, si con ello una parte mí viviría con él eternamente a través de mi sangre.
No pude evitar dejar escapar un gemido, aunque el dolor que me provocaba, podía también, ser muy placentero; una vez que su sed, estuvo saciada, o al menos, eso fue lo que pensé, levantó su rostro y me miró, sobre la comisura de sus labios escurría un hilo de sangre, pero lejos de asquearme u horrorizarme, lo único que quería, era que sus labios se posaran sobre los míos.
Maximiliano, se acercó a