Ya no me preparaban la infusión de árnica, porque mi tobillo había sanado, así que pedí a la sirvienta que me hiciera un té de manzanilla, de algo me tenía que servir, me limpié la pierna, el dolor era tan fuerte que no soportaba ni siquiera el roce de la tela de mi camisón, tal vez debería decirle a Maximiliano, él es médico y me ha pedido que le tenga confianza, pero ¿Y si piensa mal de mí? ¿Y si él no me cree cuando le diga que no sé cómo me he lastimado? O lo que es peor, ¿Y si se lo dice a mi madre? ¡Oh dios mío! Qué puedo hacer.
Me vestí, escondí nuevamente el calzón roto, tendría que lavarlo yo misma y zurcirlo, ya que las sirvientas van a comenzar a notar que me falta ropa interior y de inmediato se lo dirán a mi madre, sobre todo María que, a pesar de ser una joven de mi edad, es tan seria y callada que no me mira a la cara, ni me dirige la palabra, pero de inmediato corre a decirle a mi madre cuando cree que estoy haciendo algo indebido, pareciera que le pagan para mantenerm