La brisa seguía acariciando la costa, pero Suzy ya no pensaba en el mar, ni en la manta raya, ni en las risas de los niños jugando con castillos de arena.
Pensaba en Tenzin, en cómo la había sostenido con esos brazos fuertes, en cómo su cuerpo temblaba ligeramente bajo el agua. Y en ese beso. Ese maldito y bendito beso que todavía le latía en los labios.
Ella lo mira y se gira para ver lo que él está viendo, el sólo se ríe.
Vamos, antes que nos echen de menos.
Lo agarró de la mano sin decir nada. Su risa se había transformado en un brillo decidido en los ojos. Tenzin no entendía muy bien qué estaba pasando hasta que sintió el tirón, y cuando se dio cuenta, ya estaban caminando a paso rápido, dejando atrás la orilla y el ruido… rumbo a una pequeña edificación de baños, a unos metros de la playa.
—Suzy? —dijo confundido pero emocionado.
Nunca pensé que ella accedería.
—Cállate —susurra ella con una sonrisa peligrosa—. Ya hablas suficiente en el agua, así que espero que no te arrepientas