En la playa.
—Ya estoy más tranquila —comentó Lucia.
—Podemos irnos —dijo Ysabelle sonriéndole.
Lucía sonrió.
—Sí, esto lo tomaré como tenía que pasar.
—Sí, amiga —habló Ysabelle abrazándola con fuerza.
Lucía sonrió.
—Abrazas con mucha fuerza.
—Es que te quiero mucho —dijo ella alegre.
Lucía abrazándola.
—Yo también.
En eso venían unas ancianas.
—Los jóvenes de ahora no miran el sexo para amarse —comentó ella—. Así es, amiga.
Lucía e Ysabelle se miraron y sonrieron.
—Pensaron, ja, ja, ja, ja.
—Lucía, ahora somos amantes —dijo Ysabelle divertida.
Lucía estaba riéndose.
—Ja, ja, ja, eso parece, cariño, trátame bien —dijo Lucia en un tono burlón.
Ysabelle con voz fuerte.
—Sí, mi vida, ja, ja, ja.
—Parecemos locas —murmuró Lucia alegre.
—Ja, ja, ja, siempre lo hemos sido —afirmó Ysabelle feliz.
—Ya, me duele la barriga de tanto reírme.
—A mí también, no puedo dejar de reírme —comentó ella.
Lucía estaba jalándola.
—Vamos —dijo contenta.
—Sí.
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En la calle.
Arnaldo caminaba pensativo; no